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    Ringier 2024: Cuando la inteligencia artificial no solo transforma… sino que factura

    Néstor Altuve
    14 de mayo de 2025
    12 min
    Ringier 2024: Cuando la inteligencia artificial no solo transforma… sino que factura

    Con estos resultados, la empresa convierte el relato de la Transformación Digital en una verdad contable


    En un momento donde las palabras “transformación digital” se repiten con tanta ligereza como los likes en redes sociales, Ringier, el grupo de medios y tecnología suizo, acaba de enviar un mensaje contundente al mercado: la inteligencia artificial no es solo un tema de moda o de innovación conceptual. Es, ante todo, un motor de resultados financieros concretos.


    Durante el año fiscal 2024, Ringier registró un hito que muy pocas compañías del sector pueden exhibir con orgullo y transparencia: un aumento del 12,6% en su EBITDA, alcanzando los CHF 118,8 millones, con un margen EBITDA que se elevó al 14,8%. Más allá de la cifra en sí misma, lo relevante es el vector detrás de ese crecimiento. No fueron únicamente decisiones financieras acertadas o ajustes operativos menores. Fue, principalmente, la inteligencia artificial aplicada de forma transversal y estratégica en sus operaciones.


    Cuando la IA se convierte en músculo financiero

    Ringier no se limitó a experimentar con IA en un par de redacciones o departamentos de innovación. Apostó por una integración sistémica, desde sus marketplaces hasta las capas decisionales corporativas. La alianza con Palantir —uno de los gigantes del análisis de datos e inteligencia artificial a nivel global— no solo representó un posicionamiento vanguardista, sino una jugada pragmática para transformar datos en decisiones… y decisiones en beneficios.

    Los resultados son evidentes: plataformas como JobCloud en Suiza superaron un margen EBITDA del 52%. No es una errata ni un exceso retórico. Es el reflejo de una operación optimizada mediante IA, que comprende profundamente la dinámica de oferta y demanda en el mercado laboral, ajusta sus algoritmos de monetización en tiempo real y convierte cada clic en valor acumulado.


    De la narrativa digital a la contabilidad real

    Durante años, muchos directivos escucharon hablar de la transformación digital como una necesidad futura. Ringier demuestra que esa narrativa ya dejó de ser aspiracional. Hoy es contable. En su caso, literalmente. La IA no solo optimiza procesos, sino que aporta una ventaja competitiva tangible: la capacidad de anticiparse a tendencias, personalizar experiencias, automatizar flujos críticos y aumentar la eficiencia sin perder el toque humano.

    Los verticales digitales en los que Ringier ha invertido —clasificados, empleo, bienes raíces, automóviles, ticketing— no son terreno fértil por casualidad. Son dominios donde el poder del dato y la capacidad predictiva de la inteligencia artificial generan curvas de rentabilidad difíciles de replicar por actores tradicionales. La compañía, además, ha demostrado que se puede crecer digitalmente sin renunciar a la rentabilidad, ni perder la esencia editorial que la distingue.


    Un ejemplo que incomoda… y marca la pauta

    Mientras muchos conglomerados de medios aún se debaten entre la nostalgia del papel y la incertidumbre del algoritmo, Ringier parece haber entendido una verdad que otras industrias ya asumen: no hay retorno posible al pasado analógico. Y la IA no es un experimento, es una hoja de ruta.

    Su desempeño en 2024 no debería ser leído solo como un caso de éxito. Es una advertencia —casi un espejo— para aquellos grupos que todavía piensan que pueden “transformarse” sin alterar su cultura, sus procesos ni su relación con el dato. El éxito de Ringier no fue una coincidencia ni una buena racha. Fue el resultado de decisiones firmes, inversiones inteligentes y una convicción clara: la inteligencia artificial, cuando se implementa con propósito y visión, no solo transforma… también factura.



    Epílogo para visionarios:

    Los que hoy observan el éxito de Ringier con admiración deberían, más bien, estudiarlo con urgencia. Porque en un mundo cada vez más definido por la economía de la inteligencia, no se trata de ser digital por estética. Se trata de serlo por supervivencia financiera. Y en ese terreno, Ringier acaba de levantar la vara.

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